jueves, 12 de junio de 2014

Junio 12

CAPÍTULO 14

PENSAR EN EL JUICIO DE DIOS PARA NO ENVANECERNOS DEL BIEN

       1. Tus juicios, Señor, me aterran como si fueran truenos; estremecen de temor y temblor todos mis huesos y mi alma se llena de pavor. Estoy asombrado y considero que ni siquiera los cielos deben ser puros en tu presencia. Si hallaste maldad en los ángeles y no los perdonaste, ¿qué será de mí?
      Cayeron las estrellas del cielo y yo, que soy polvo, ¿qué presumo? Aquellos, cuyas obras parecían dignas de alabanza, desaparecieron en el abismo, y otros, que comían el pan de los ángeles, los vi deleitarse con las bellotas que tragan los cerdos.
      2. En verdad, Señor, no hay ninguna santidad, si apartas tu mano. De nada servirá la sabiduría, si tú no la gobiernas. De nada aprovechará la fortaleza, si tú no la  sostienes. No habrá castidad segura, si tú no la proteges.
     Todo control de sí mismo será inútil, si falta tu santa vigilancia. Abandonados a nosotros mismos, nos sumergimos y perecemos; ayudados, cobramos fuerzas y vivimos.
     Somos por naturaleza inestables, pero, si tú nos das una mano seremos firmes, y si nos entibiamos, tú nos inflamarás.

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