2. Aunque tengas todos los bienes creados, no puedes ser feliz y bienaventurada, porque toda tu plenitud y felicidad está en Dios, creador de todas las cosas.
Tu felicidad no es como la que consideran y admiran los necios amigos del mundo, sino como la que esperan los buenos y fieles discípulos de Cristo; la que pregustan, a veces, aquellos que viven de espíritu y son de corazón puro, cuya conversación está en los cielos (Flp. 3, 20).
Vano y breve es todo consuelo humano. El consuelo que hace dichoso y feliz es el que la Verdad infunde en el alma. El hombre piadoso lleva consigo por todas partes a Jesús, su consolador, y le dice: Ayúdame, Señor Jesús, en todo lugar y en todo tiempo.
Mi dicha sea, por lo tanto, carecer gustosamente de toda humana alegría. Y si hasta me faltara tu ayuda, que me sostenga el pensamiento de que esa es tu voluntad y de que así soy probado, porque tu cólera no dura eternamente ni tu rencor persiste por siempre (Sal. 102, 9).
Tu felicidad no es como la que consideran y admiran los necios amigos del mundo, sino como la que esperan los buenos y fieles discípulos de Cristo; la que pregustan, a veces, aquellos que viven de espíritu y son de corazón puro, cuya conversación está en los cielos (Flp. 3, 20).
Vano y breve es todo consuelo humano. El consuelo que hace dichoso y feliz es el que la Verdad infunde en el alma. El hombre piadoso lleva consigo por todas partes a Jesús, su consolador, y le dice: Ayúdame, Señor Jesús, en todo lugar y en todo tiempo.
Mi dicha sea, por lo tanto, carecer gustosamente de toda humana alegría. Y si hasta me faltara tu ayuda, que me sostenga el pensamiento de que esa es tu voluntad y de que así soy probado, porque tu cólera no dura eternamente ni tu rencor persiste por siempre (Sal. 102, 9).
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