lunes, 2 de junio de 2014

Junio 2

           2. ¡Oh fuente de amor perenne! ¿Qué diré de ti? ¿Cómo podré olvidarme de ti que te dignaste acordarte de mí aun después de haberme yo extraviado y perecido? Más allá de toda esperanza tuviste misericordia con tu siervo y, más allá de todo merecimiento, me diste tu gracia y amistad. ¿Qué daré yo por tanto favor? Porque no a todos se concede que, abandonadas todas las cosas, renuncien al mundo y abracen la vida religiosa.
       ¿Acaso hago algo grande en obedecerte cuando toda criatura está obligada a servirte?
       No me debe parecer mucho el prestarte servicio; lo que sí me parece grande y maravilloso es que tú te dignes recibir por hijo tuyo y contar entre tus siervos favoritos a un hombre tan pobre e indigno como soy yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario