¡Oh buen Jesús! ¡Oh Salvador santísimo! Todo lo que me falta, súplelo tú, con tu benignidad y misericordia; tú, que te has dignado llamarnos a todos, diciendo: Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré (Mt. 11, 28).
5. En verdad, yo trabajo y vivo con el sudor de mi frente, mi corazón es atormentado por sufrimientos interiores, los pecados me oprimen, las tentaciones me combaten y muchas pasiones perversas me persiguen y me aplastan, y no hay nadie que me socorra (Sal. 21, 12), no hay nadie que pueda liberarme y ampararme (Sal. 7, 3) sino sólo tú, mi Dios y salvador (Sal. 24, 5). A ti entrego mi persona y todo lo mío para que me lo guardes y conduzcas a la vida eterna.
Acéptame para alabanza y gloria de tu nombre, ya que me preparaste tu cuerpo y tu sangre para ser alimento y bebida.
¡Oh Dios, mi Señor, y mi salvación! (sal. 26, 9), concédeme que, con la recepción frecuente de este misterio, crezca el afecto de mi devoción.
5. En verdad, yo trabajo y vivo con el sudor de mi frente, mi corazón es atormentado por sufrimientos interiores, los pecados me oprimen, las tentaciones me combaten y muchas pasiones perversas me persiguen y me aplastan, y no hay nadie que me socorra (Sal. 21, 12), no hay nadie que pueda liberarme y ampararme (Sal. 7, 3) sino sólo tú, mi Dios y salvador (Sal. 24, 5). A ti entrego mi persona y todo lo mío para que me lo guardes y conduzcas a la vida eterna.
Acéptame para alabanza y gloria de tu nombre, ya que me preparaste tu cuerpo y tu sangre para ser alimento y bebida.
¡Oh Dios, mi Señor, y mi salvación! (sal. 26, 9), concédeme que, con la recepción frecuente de este misterio, crezca el afecto de mi devoción.
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