A veces es tan abundante esta gracia que por efecto de la plenitud de la piedad que se efunde, no sólo el espíritu, sino también el débil cuerpo siente que le fueron otorgadas fuerzas mayores.
12. Por encima de todo debemos deplorar y llorar nuestra tibieza y nuestra negligencia porque nos impiden que nos acerquemos con mayor devoción a recibir a Cristo, en quien reside toda la esperanza y todo el mérito de la salvación.
Él es nuestra santificación y nuestra redención (1 Cor. 1, 30); él es el consuelo de los peregrinos de este mundo y la eterna gloria de los santos.
Hay que deplorar sobremanera el poco caso que muchos hacen de este sacramento de salvación, alegría del cielo y sostén del mundo entero.
¡Qué ceguera y qué dureza la del corazón humano que no presta mayor atención a un don tan excelso o que, por gustarlo todos los días, llega hasta la indiferencia!
12. Por encima de todo debemos deplorar y llorar nuestra tibieza y nuestra negligencia porque nos impiden que nos acerquemos con mayor devoción a recibir a Cristo, en quien reside toda la esperanza y todo el mérito de la salvación.
Él es nuestra santificación y nuestra redención (1 Cor. 1, 30); él es el consuelo de los peregrinos de este mundo y la eterna gloria de los santos.
Hay que deplorar sobremanera el poco caso que muchos hacen de este sacramento de salvación, alegría del cielo y sostén del mundo entero.
¡Qué ceguera y qué dureza la del corazón humano que no presta mayor atención a un don tan excelso o que, por gustarlo todos los días, llega hasta la indiferencia!
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