domingo, 23 de noviembre de 2014

Noviembre 23

         Vela sobre ti mismo y considera de quién es el ministerio que te ha sido entregado con la imposisición de las manos por parte del obispo (cfr. 1 Tim. 4, 16. 14).
         Has sido hecho sacerdote y consagrado para celebrar. Cuida, por lo tanto, de ofrecer a Dios este sacrificio con fe, con devoción y en el tiempo conveniente. Esfuérzate en exhibir siempre una vida irreprensible.

         No has aliviado tu carga, sino que te has atado con un vínculo más estrecho de disciplina y te has obligado a una mayor perfección en el camino de la santidad.
         El sacerdote debe presentarse adornado de todas las virtudes y dar a los otros ejemplo de vida virtuosa. Su conversación no ha de ser como la de los hombres comunes, sino como la de los ángeles en el cielo o de los varones perfectos en la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario