viernes, 28 de noviembre de 2014

Noviembre 28

         3. Después de haber confesado y deplorado estas faltas, y todas las otras que hubiere, con dolor y gran pena por haber sido tan frágil, formula el firme propósito de enmendar tu vida y de progresar siempre en la virtud.
       Inmediatamente ofrécete a mí en el altar de tu corazón, con plena resignación y sin ninguna reserva, como sacrificio perpetuo, confiándome con toda lealtad, tu cuerpo y tu alma, para que de este modo te acerques dignamente a celebrar el santo sacrificio y recibir con fruto el sacramento de mi cuerpo.
       4. No hay ofrenda más meritoria ni satisfacción mayor para borrar los pecados que el ofrecimiento total y perfecto de sí mismos a Dios juntamente con el sacrificio del cuerpo de Cristo en la Misa y en la Comunión.
       Cuando el hombre haga de su parte todo lo que pueda y tenga verdadero arrepentimiento de sus pecados, siempre que acuda a mí para obtener gracia y misericordia, yo se los perdonaré todos, porque: Vivo yo, afirma el Señor, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez. 33, 11) y, por eso, no volveré a recordar ni sus pecados ni su iniquidades (Heb. 10, 17).

No hay comentarios:

Publicar un comentario