miércoles, 8 de octubre de 2014

Octubre 8

         14. La naturaleza se complace en contar muchos amigos y parientes, se enorgullece de su noble alcurnia y nacimiento, satisface a los poderosos, adula a los ricos y aplaude a los que le son iguales.
       La gracia no procede de esta manera. La gracia ama aun a los enemigos y no se envanece de los muchos amigos; no da importancia al lugar de origen o al linaje del cual desciende, a menos que en ello no haya una virtud mayor. Favorece más al pobre que al rico, simpatiza más con el inocente que con el prepotente, prefiere la compañía de los sinceros que la de los hipócritas, exhorta siempre a los buenos para que aspiren a dones siempre más altos (1 Cor. 12, 31) y a parecerse, por sus virtudes al Hijo de Dios.

       15. La naturaleza en seguida se queja si le falta algo o si algo le molesta, mientras que la gracia aguanta con fortaleza cualquier privación.
       16. La naturaleza todo lo converge a sí misma y por sí misma lucha y porfía. La gracia, en vez, todo lo refiere a Dios, como a su fuente natural; no se atribuye ningún bien ni lo presume arrogantemente; no discute, ni desea que su parecer se imponga al de los otros, sino que en todo sentimiento y en cualquier pensamiento se somete a la eterna sabiduría y al juicio de Dios.

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