martes, 14 de octubre de 2014

Octubre 14

          5. ¡Oh gracia muy bendita, que conviertes en lleno de virtudes al pobre de espíritu y en rico de muchos bienes al humilde de corazón! Ven, desciende a mí, cólmame desde la mañana con tus consuelos, para que mi alma no desfallezca de cansancio y aridez de espíritu.
       Te suplico, Señor, que yo encuentre gracia a tus ojos. Tu gracia me basta (cfr. 2 Cor. 12, 9), aunque no obtenga nada de lo que la naturaleza desea. Mientras esté conmigo tu gracia, aunque sea tentado y angustiado por muchas tribulaciones, no tendré miedo de ningún mal.

       Ella es mi fortaleza, ella me aconseja y me ayuda. Tu gracia es más poderosa que todos los enemigos y más sabia que todos los sabios.
       6. Ella es maestra de la verdad, regla del buen vivir, luz del corazón, consuelo de los aflijidos. Ella ahuyenta a la tristeza, suprime al temor, alimenta a la piedad y hace brotar las lágrimas.
       ¿Qué soy yo sin la gracia, sino un madero seco, o una rama inútil, que para nada sirve sino para ser tirado?
       "Que tu gracia, Señor, continuamente me preceda y me acompañe, y me conceda estar siempre pronto a obrar, por Jesucristo, tu Hijo. Amén".

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