jueves, 9 de octubre de 2014

Octubre 9

        17. La naturaleza aspira conocer secretos y oir novedades, quiere aparecer en público y hacer experiencias, desea distinguirse y realizar cuanto le produzca aplauso y admiración. Pero la gracia no se preocupa de aprender novedades y curiosidades porque todas ellas provienen de la transformación de lo viejo, no habiendo nada, sobre esta tierra, que sea nuevo y duradero.

        La gracia, además, enseña a refrenar los sentidos, a huir de la vana complacencia y ostentación, a ocultar con humildad lo que puede ser digno de admiración y alabanza y a buscar en todas las acciones y en todos los estudios la gloria y la honra de Dios. No quiere que se hable de ella y de lo que le pertenece, sólo anhela que, en sus dones, sea glorificado Dios que todo lo ha dado por puro amor.
          18. Esta gracia es una luz sobrenatural, un don especial de Dios y, propiamente, la señal de los elegidos y la prenda de la salvación eterna. Ella eleva al hombre de lo terrenal para que ame lo celestial y lo transforma de carnal en espiritual.
       De manera que, cuanto más se refrene y se venza a la naturaleza, tanto mayor será la gracia infundida, y así, por medio de nuevas y continuas manifestaciones divinas, el hombre interior se irá transformando según la imagen de Dios.

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