CAPÍTULO 10
AGRADECER LA GRACIA DE DIOS
1. ¿Por qué buscas el descanso si has nacido para el trabajo? Prepárate más para padecer que para ser consolado y para llevar la cruz más que para tener alegría.
¿Qué hombre en el mundo no recibiría de buena gana el consuelo y el gozo espirituales si siempre los pudiera conservar? Las alegrías espirituales superan a todos los placeres del mundo y a los deleites carnales.
Todas las delicias mundanas son torpes o son vanas, pero las satisfacciones espirituales son las únicas alegres y honestas y, como corolario de las virtudes, son infundidas por Dios en los corazones puros. Nadie puede usar continuamente y como quiera estos consuelos divinos, porque la tentación no tarda mucho en volver al ataque.
2. La falsa libertad del alma y la excesiva confianza en sí son muy contrarias a las visitas celestiales. Dios nos hace un gran favor al entregarnos la gracia de los consuelos pero el hombre hace mal al no atribuirlo todo con gratitud a Dios.
Por eso no abundan en nosotros los dones de la gracia, porque no los agradecemos a su dueño ni los atribuimos todos a él como causa principal.
Se dan más gracias al que reconoce haberlas recibido y se dan al humilde las que se quitan al soberbio.
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