jueves, 17 de abril de 2014

Abril 18

       Los más grandes santos ante Dios se consideraron como los más pequeños y ahora son tanto más gloriosos cuanto más humildes fueron. Llenos de verdad y de gloria celestial no buscaron la gloria que pasa.

       Los que están cimentados y confirmados en Dios no pueden ser soberbios. Y los que atribuyen a Dios todo lo que han recibido no buscan las mutuas alabanzas; quieren la gloria que sólo viene de Dios, desean que Dios sea glorificado sobre todos, en sí mismo y en todos los santos; y siempre tienden a este objetivo.
       5. Agradece lo poco y serás digno de recibir cosas mayores. Aprecia mucho lo pequeño y lo despreciable tómalo como un don especial. Si se considera la dignidad infinita del que da, ningún don parecerá pequeño o vil. Porque lo que Dios regala nunca es pequeña cosa.
       Aunque Dios dé penas y castigos, se los debemos agradecer, porque, todo lo que él permite nos acontezca, lo dispone para nuestra salvación.
       El que quiera conservar la gracia de Dios, que le agradezca cuando la haya recibido y sea resignado cuando él se la quite. En este caso, que la pida a Dios para que le sea devuelta, y sea humilde y precavido para no perderla.

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