CAPÍTULO 40
NADA DE BUENO PUEDE
HACER EL HOMBRE POR SÍ SÓLO
Y DE NADA PUEDE GLORIARSE
1. Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, o el hijo del hombre para que tú lo visites? (Sal. 8, 5). ¿Qué méritos ha de alcanzar el hombre para que tú le dieras tu gracia?
Señor, ¿de qué puedo quejarme si me abandonas? ¿Qué podré alegar con justicia, si no me otorgas lo que te pido? En verdad, sólo una cosa puedo pensar y decir: Señor, nada soy, nada puedo, nada de bueno hay en mí, estoy vacío de todo y siempre voy hacia la nada. Y si no soy ayudado y fortalecido interiormente por tí, me vuelvo enteramente tibio y falto de vigor.
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