martes, 26 de agosto de 2014

Agosto 26

        3. Yo soy el que eleva la humilde inteligencia a un punto tal que puede comprender más cabalmente los fundamentos de la verdad eterna que si hubiese estudiado diez años en las universidades. Yo enseño sin palabras altisonantes, sin confusión de opiniones, sin fasto catedrático, sin contraposición de argumentos.
        Yo soy el que te enseña a despreciar lo terrenal, a huir de lo contingente y a buscar y alcanzar lo eterno; a eludir los honores, a soportar los oprobios, a colocar toda esperanza en mí, a desearme exclusivamente a mí y a amarme sobre todas las cosas.
        4. Hubo alguien que, con sólo amarme entrañablemente, aprendió cosas divinas y sus palabras eran maravillosas. Abandonándolo todo había aprendido más que aplicándose a sutiles disquisiciones.
        A unos les hablo cosas que valen para todos y a otros cosas particulares. A unos me manifiesto con la suave luz de figuras simbólicas, a otros les revelo los misterios con gran fulgor.
        El sentido de los libros es uno solo, pero no plasma a todos de igual manera. Yo, en vez, que soy interiormente maestro de la verdad, escudriñador de los corazones, conocedor de los pensamientos, inspirador  de las acciones, distribuyo a cada uno según lo que considero sea justo.                                                 
        

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