martes, 19 de agosto de 2014

Agosto 19

        2. Pero tú, Señor, siempre eres el mismo y como tal permaneces eternamente (Sal. 101, 28, 13): inmutablemente bueno, justo y santo; haciendo las cosas bien con justicia y santidad, y ordenándolas con sabiduría.
     Pero yo, que soy más propenso para retroceder que para progresar, no me mantengo siempre en la misma situación, porque los tiempos se mudan en mí siete veces (Dan. 4, 13. 20. 22).
     No obstante, mi condición puede mejorar si te dignas extender hacia mí tu mano auxiliadora. Sólo tú, y ninguna ingerencia humana, puede socorrerme y fortalecerme de tal modo que no se mude continuamente mi semblanza y mi corazón se dirija únicamente a ti y en ti descanse.
     3. Por lo tanto, si yo fuera capaz de menos preciar todo consuelo humano- sea para conseguir un mayor fervor, sea para satisfacer la necesidad que tengo de buscarte a ti, puesto que no hay ningún hombre que me pueda confortar-, entonces podría con razón esperar en tu gracia y regocijarme con el don de un nuevo alivio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario