CAPÍTULO 43
CONTRA LA INÚTIL CIENCIA DE ESTE MUNDO
1. Hijo, no te seduzcan las bellas y sutiles frases de los hombres, porque el Reino de Dios no consiste en la palabrería, sino en la virtud (1 Cor. 4, 20). Escucha mis palabras. Ellas encienden los corazones e iluminan los entendimientos, conducen al arrepentimiento e infunden abundante consolación.
Nunca leas, aunque sea solo, con el fin de parecer más docto o más sabio. Que tu estudio sea mortificar los vicios y esto te aprovechará más que el conocimiento de muchas cuestiones difíciles.
2. Por cuanto hayas estudiado y aprendido, siempre deberás volver al único y primer principio. Yo soy el que enseña a los mortales la sabiduría (Sal. 93, 10); yo soy el que otorga a los pequeños un conocimiento más claro que aquel que pueda ser enseñado por cualquier hombre. Aquel a quien yo hable, pronto será sabio y mucho progresará en lo espiritual.
¡Ay de aquellos que andan buscando entre la gente todas las curiosidades, sin dedicar un instante a conocer el camino que conduce a mi servicio.
LLegará el día en que aparezca Cristo, el Maestro de los maestros, el Señor de los ángeles, para escuchar lo que cada uno ha de manifestar y para examinar la conciencia de todos. Y entonces escudriñará a Jerusalén con linternas (Sof. 1, 12) y se descubrirán los secretos ocultos por las tinieblas y calla- rán todos los argumentos fundamentados sólo en palabras.
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