sábado, 13 de septiembre de 2014

Septiembre 11

        4. Consuela mi destierro, mitiga mi dolor, ya que todos mis anhelos se dirigen hacia ti. Todo lo que el mundo me ofrece como alivio, resulta para mí una carga pesada. Deseo disfrutarte íntimamente, pero no puedo conseguirlo. Quiero unirme con las cosas celestiales, pero me atraen las terrenales y las pasiones no domadas. Con el espíritu aspiro ponerme por encima de los bienes materiales, pero por la naturaleza estoy obligado a someterme a ellos.

     De esta manera yo, hombre infeliz, lucho conmigo mismo y me he hecho un peso para mí ( Job 7, 20), mientras el espíritu tiende a lo alto y la carne me arrastra hacia la bajeza.
     5. Señor, cuán íntimo es mi sufrimiento cuando, en mi interior, al rezar pienso en las cosas del cielo y me interrumpe un tropel de argumentos mundanos. Dios mío, no te alejes de mí (Sal. 70, 12), no rechaces con cólera a tu siervo (Sal. 29, 9). Lanza tus rayos y desparrama la turba de mis enemigos, envía tus saetas y desordena todas las asechanzas del enemigo (Sal. 143, 6).
     Haz que mis sentimientos se concentren en ti, olvide todo lo que pertenece al mundo y rechace y desprecie aún las sombras del vicio. Ayúdame, eterna Verdad, para que no me haga tambalear ninguna vanidad. Ven, dulzura celestial, para que frente a ti huya de mí toda impureza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario