martes, 9 de septiembre de 2014

Septiembre 9

CAPÍTULO 48

LA ETERNIDAD FELIZ Y 
LAS ANGUSTIAS DE LA VIDA PRESENTE

        1. ¡Oh morada felicísima de la ciudad excelsa! ¡Oh día esplendoroso de la eternidad que la noche no oscurece, continuamente alumbrado por la suma verdad; día siempre alegre, siempre seguro y, por su esencia, siempre inmutable! Ojalá hubiera amanecido ya ese día y hubiera así terminado todas estas cosas transitorias.
      Ese día ya está iluminando a los santos con su perpetua claridad, pero a los que peregrinan aún sobre la tierra sólo los alumbra de lejos y con luz reflejada.

     2. Los ciudadanos del cielo saben cuán feliz es aquel día, mientras que los desterrados hijos de Eva lloran al considerar cuán amarga y molesta es esta tierra.
     Los días de este mundo son pocos y malos, llenos de dolores y angustias. Aquí el hombre se ensucia con abundantes pecados, se enreda en muchas pasiones, es oprimido por continuos temores, estorbado por múltiples cuidados, distraído por un sinnúmero de curiosidades, deslumbrado por una muchedumbre de vanidades, rodeado de incontables errores, quebrantado por numerosas fatigas, acosado por las tentaciones, debilitado por los placeres, aflijido por la necesidad.

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