martes, 23 de septiembre de 2014

Septiembre 25

         7. Señor, hazme comprender lo que debe ser comprendido, amar lo que se ha de amar, alabar lo que a ti te agrada por encima de todas las cosas, apreciar lo que para ti es precioso y detestar lo que es abyecto a tus ojos.
      No permitas que yo juzgue según la visión de los ojos corporales ni sentencie por lo que se oiga decir (Is. 11,3) a hombres inexpertos, sino que discierna con sano juicio entre lo visible y lo espiritual y sobre todo busque siempre cumplir aun las mínimas manifestaciones de tu voluntad.
      8. Las facultades del hombre con frecuencia se engañan al emitir sus opiniones y fallan también los amantes de las cosas mundanas al preferir únicamente lo visible.
      ¿Un hombre será tal vez mejor porque es considerado mayor por otro hombre? Cuando un hombre alaba a otro y más le confunde cuando más lo ensalza, se trata de un mentiroso que engaña a otro mentiroso, de un vanidoso que se burla de otro vanidoso, de un ciego que miente a otro ciego y de un enfermo que oculta la verdad a otro enfermo.
       Porque, como dice el humilde pobre Francisco de Asís, cada uno es a tus ojos sólo lo que es, y nada más (san Buenaventura, Vida de San Francisco, cap. 6).

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