1. Señor Dios, Padre santo, bendito seas ahora y por siempre, porque se hizo lo que tú quisiste y lo que tú haces es bueno. Que tu siervo se alegre en ti, no en sí mismo o en alguna otra persona, porque tú solo, Señor, eres la alegría verdadera, mi esperanza y mi corona, mi gozo y mi gloria.
¿Qué tiene tu siervo sino lo que ha recibido de ti sin merecerlo? Lo que me has dado y cuanto hiciste conmigo es todo tuyo. Desdichado y moribundo estoy desde mi infancia. (Sal. 87, 16), y mi alma se entristece algunas veces hasta derramar lágrimas y otras se turba ante el peligro de sucumbir frente al empuje de las pasiones.
¿Qué tiene tu siervo sino lo que ha recibido de ti sin merecerlo? Lo que me has dado y cuanto hiciste conmigo es todo tuyo. Desdichado y moribundo estoy desde mi infancia. (Sal. 87, 16), y mi alma se entristece algunas veces hasta derramar lágrimas y otras se turba ante el peligro de sucumbir frente al empuje de las pasiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario