miércoles, 12 de marzo de 2014

Marzo 13

       2. Una vez, interiormente acongojado y luchando entre el temor y la esperanza, un hombre entró en una iglesia y se postró ante el altar diciéndose a sí mismo: "¡Ojalá supiera si he de perseverar hasta el fin!". Y en seguida, en su interior, escuchó una voz que le decía: "¿Qué harías si lo supieras? Haz, pues, ahora lo que más tarde desearías haber cumplido y tendrás tranquilidad en tu interior". En el acto, reanimado y esperanzado, el hombre se entregó a la voluntad de Dios y cesó su penosa congoja. Y no quiso más investigar para conocer lo que debía sucederle; al contrario se esforzaba para saber cuál fuese la voluntad de Dios, cuál su perfecto benplácito (Rom. 12, 2) para empezar y llevar a cabo toda clase de obras buenas.

       3. El Profeta dice: Confía en Dios y haz el bien, habita la tierra y goza de sus riquezas (cfr. Sal. 36, 3).

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