viernes, 21 de marzo de 2014

Marzo 21

        Pon toda tu confianza en Dios y sea él tu temor y tu amor. El responderá por ti y lo hará bien, como mejor convenga. No tienes aquí abajo una ciudad permanente (cfr. Heb. 13, 14), y dondequiera te halles serás un extranjero y un peregrino y jamás tendrás reposo si no estás íntimamente unido a Cristo.
     4. ¿Por qué te deben importar tanto las cosas de la tierra si este no es el lugar de tu descanso? Tu morada debe ser en los cielos y todo lo que hay aquí debes mirarlo como uno que está de paso. Todas las cosas pasan y tú también con ellas. Cuida no pegarte a ellas para no caer prisionero y perecer.

        Tu pensamiento se eleve al altísimo y tu oración se dirija sin cesar a Cristo. Si no sabes elevarte a la contemplación de las cosas sublimes y celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas.
       Si te refugias devotamente en las lesiones y preciosas heridas de Jesús, experimentarás gran aliento en las tribulaciones, no te preocuparán los desprecios de los hombres y soportarás con facilidad a cuantos te critiquen.

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