jueves, 13 de marzo de 2014

Marzo 14

       Una sola cosa detiene a muchos del progreso espiritual y de un decidido esfuerzo por corregirse: el horror a la dificultad o el miedo a la lucha. En realidad los que más avanzan en las virtudes son los que más virilmente se esfuerzan por superar lo que más los estorba y obstaculiza. En efecto, el hombre más adelanta y mayor gracia obtiene cuanto más se reprime a sí mismo y se humilla interiormente.

       4. Pero no todos tienen las mismas energías para vencerse y mortificarse. Sin embargo, un hombre diligente y celoso, aunque tenga pasiones muy violentas, será más valiente para el progreso que otro de mejores inclinaciones naturales pero menos entusiasta para las virtudes.
       Dos cosas, en modo particular, contribuyen mucho a enmendarse: el hacerse violencia para alejarse del mal hacia el cual cada uno es arrastrado por su naturaleza corrompida y la incondicionada perseverancia en conseguir aquella virtud que más hace falta.
       Trabaja también para evitar y vencer aquellos defectos que con mayor frecuencia te disgustan ver en los demás.
       5. Aprovecha todo aquello que te puede favorecer el adelanto y si ves u oyes buenos ejemplos, anímate a imitarlos. Pero si notas algo digno de reprensión, cuídate de hacer lo mismo y si ya lo has hecho, procura enmendarte lo más pronto posible.
       Así como tus ojos observan a los demás, del mismo modo los de tu prójimo se fijan en ti.
       ¡Qué alegre y hermoso es ver a hermanos llenos de fervor y de piedad, de buenas costumbres y austeros! ¡Pero qué triste y qué terrible es verlos deambular relajados de un lado a otro, sin practicar los deberes para los cuales fueron llamados! ¡Qué gran daño produce la negligencia en cumplir las promesas relacionadas con la propia vocación y dirigiendo las aspiraciones a cosas distintas de las prescritas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario