miércoles, 5 de marzo de 2014

Marzo 5

       7. ¡Qué locura la tuya! ¿Por qué piensas que vas a vivir mucho tiempo cuando, en realidad, no tienes ni siquiera un día asegurado? Cuántos que pensaban que iban a tener una larga existencia han debido desilusionarse y fueron inesperadamente separados del cuerpo. Cuántas veces habrás oído contar que uno murió acuchillado y otro se ahogó; que éste se cayó desde una altura y se partió la cabeza y que a aquel, mientras comía, se le paró la digestión y que un tercero tuvo un infarto mientras jugaba. Que uno murió quemado, otro asesinado; que a éste lo arrebató una calamidad y aquél fue asaltado por los bandidos. La muerte, pues, es el término de todos y la vida humana pasa rápidamente como una sombra.

       8. Después que hayas desaparecido, ¿quién se acordará de ti? ¿Quién rezará por tu alma? Haz ahora, haz ahora, queridísimo amigo, todo lo que puedas, porque desconoces cuándo te llegará el fin y lo que te sucederá después de la muerte. Ahora que tienes tiempo acumula riquezas inmortales. Nada te preocupe tanto como la salvación, cuida sólo las cosas de Dios. Consíguete ahora amigos, venerando a los santos de Dios e imitando sus virtudes para que cuando salgas de esta vida te reciban en las moradas eternas (Lc. 16, 9).
       9. Sobre esta tierra considérate como peregrino y huésped al cual no le importan los asuntos mundanos. Mantén el corazón libre y dirigido hacia Dios, porque no tienes aquí abajo ciudad permanente (Heb. 13, 14). Hacia el cielo dirige tus oraciones, gemidos y lágrimas, para que tu espíritu, después de la muerte, merezca ser trasladado, felizmente, a descansar con el Señor. Amén

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