7. El hombre que aprecia todas las cosas como son, no como las juzgan y las valorizan los otros, es verdaderamente un sabio; lleno de sabiduría de Dios más que de los hombres.
El que se ha acostumbrado a vivir interiormente y tener en poco valor las cosas externas, no precisa lugares ni espera circunstancias para entregarse a la oración. El hombre de vida interior se recoge fácilmente, porque nunca se entrega del todo a la actividad exterior. Para él no es un obstáculo el trabajo que le viene impuesto ni una obligación que debe cumplir, ya que sabe acomodarse a las circunstancias según se presentan.
El que íntimamente está bien dispuesto y ordenado no se preocupa de las buenas o malas acciones de los hombres porque éstos, cuanto más ponen su cuidado en las cosas exteriores, tanto más se hallan impedidos y alejado de las eternas.
8. Todo te saldría espiritualmente derecho y provechoso si vivieses bien y libre de pecado. Muchas cosas te desagradan y te perturban frecuentemente porque aún no has muerto a ti mismo perfectamente ni te has desprendido de todo lo que es terrenal.
Nada mancha ni esclaviza tanto el corazón del hombre como el amor desordenado de las criaturas. Si renuncias a los consuelos exteriores podrás mirar las cosas celestiales y gozar de grande alegría en tu corazón.
El que se ha acostumbrado a vivir interiormente y tener en poco valor las cosas externas, no precisa lugares ni espera circunstancias para entregarse a la oración. El hombre de vida interior se recoge fácilmente, porque nunca se entrega del todo a la actividad exterior. Para él no es un obstáculo el trabajo que le viene impuesto ni una obligación que debe cumplir, ya que sabe acomodarse a las circunstancias según se presentan.
El que íntimamente está bien dispuesto y ordenado no se preocupa de las buenas o malas acciones de los hombres porque éstos, cuanto más ponen su cuidado en las cosas exteriores, tanto más se hallan impedidos y alejado de las eternas.
8. Todo te saldría espiritualmente derecho y provechoso si vivieses bien y libre de pecado. Muchas cosas te desagradan y te perturban frecuentemente porque aún no has muerto a ti mismo perfectamente ni te has desprendido de todo lo que es terrenal.
Nada mancha ni esclaviza tanto el corazón del hombre como el amor desordenado de las criaturas. Si renuncias a los consuelos exteriores podrás mirar las cosas celestiales y gozar de grande alegría en tu corazón.
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