jueves, 17 de julio de 2014

Julio 17

         3. ¡Mi Dios, dulzura inefable! Convierte en amargura para mí todo consuelo terrenal que me aleje del amor de los bienes eternos, que intente atraparme o me deleite indecorosamente con la vista de las cosas pasajeras que agradan.
      Que no me venza, Dios mío, que no me dominen la carne y la sangre; que no me engañen el mundo y su gloria transitoria, que no me aplasten el demonio y su astucia. Dame fortaleza para resistir, paciencia para sufrir, constancia para perseverar. En lugar de todas las alegrías mundanas, otórgame la suavísima unción de tu espíritu y en lugar del amor terrenal infunde en mí el amor de tu nombre.
      4. Porque la comida, la bebida, el vestido y las demás cosas necesarias para sustentar el cuerpo son gravosas para un alma ferviente. Concédeme hacer un uso moderado de todo lo necesario y no apegarme a ello con exagerado afecto.
      No es lícito prescindir de todas las cosas, porque es necesario sustentar la naturaleza, pero la santa ley de Dios prohibe buscar lo superfluo y lo que más deleita, ya que, en este caso, la carne se sublevaría contra el espíritu.
      Te ruego que tu mano me guíe y enseñe a caminar entre estos dos extremos para no caer en ningún exceso.
     

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