martes, 29 de julio de 2014

Julio 30

        Para lo anterior se necesita una gracia especial que eleve al alma y la encumbre sobre sí misma. Y si el hombre no se eleva en espíritu y no está despegado de todo lo creado y perfectamente unido a Dios, no es de mucho valor cuanto sabe y también cuanto tiene. Será siempre pequeño y postrado por el suelo aquel que valoriza como grande algo que no sea el solo, único, inmenso y eterno bien. En verdad, toda cosa que no sea Dios es nada y como nada debe considerarse.
     Hay mucha diferencia entre la sabiduría de un hombre iluminado y devoto, y la ciencia del literato y del estudioso. Mucho más noble es la doctrina que emana de Dios y fluye hacia nosotros desde lo alto que aquella que trabajosamente se adquiere con nuestro entendimiento.
    3. Muchos quieren alcanzar la contemplación, pero no desean practicar cuanto se precisa para conseguirla. El gran obstáculo consiste en que uno se entrega a las cosas sensibles y exteriores y descuida la verdadera mortificación.
    No sé que es ni qué espíritu nos guía, ni lo que pretendemos los que nos llamamos espirituales, cuando tanto nos apenamos y tanta solicitud ponemos en las cosas pasajeras y sin valor, mientras a duras penas y raras veces recogemos completamente los sentidos para considerar nuestro interior.

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