jueves, 10 de julio de 2014

Julio 8

       4. Por eso, Señor Dios, hasta considero un gran beneficio no poseer muchas de esas cosas por las cuales los hombres pueden honrarme y alabarme. Por lo tanto, cualquiera que mire a su pobreza y a la vileza de su persona, no debe concebir un sentimiento de congoja, de tristeza o de abatimiento, sino de consuelo y de grande serenidad, porque tú, Señor, a los pobres y a los despreciados por el mundo, los has escogido como tus más íntimos amigos.
       Testigos son tus mismos apóstoles a quienes constituiste príncipes sobre toda la tierra (Sal. 44, 17). Y sin embargo pasaron por este mundo sin emitir quejas y fueron tan humildes y sencillos, tan simples e inocentes, que se alegraban por haber sido dignos de ser ultrajados por tu nombre (He. 5, 41) y abrazaban con gran afecto lo que los hombres detestan.

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