Dígnate, Señor, socorrerme (Sal. 39, 14), porque yo, pobre, ¿qué podré hacer y adónde podré ir sin ti? Una vez más, Señor, dame paciencia. Ayúdame, Dios mío, y no temeré por muy grande que sea mi tribulación.
2. Y entretanto, ¿qué te diré? Señor, que se cumpla tu voluntad (Mt. 26, 42). Esta aflicción y angustia la tengo bien merecida. Es necesario que la sufra, ojalá con paciencia, hasta que la tormenta pase y sobrevenga la calma.
Poderosa es tu mano omnipotente para apartar de mí también esta tentación y mitigar su furor para que no sucumba totalmente, de la misma manera que lo has hecho muchas veces antes conmigo, Dios mío, misericordia mía (Sal. 58, 17). Y cuánto más difícil es para mí, tanto más fácil es para ti este cambio de la diestra del Altísimo (Sal. 76, 11).
2. Y entretanto, ¿qué te diré? Señor, que se cumpla tu voluntad (Mt. 26, 42). Esta aflicción y angustia la tengo bien merecida. Es necesario que la sufra, ojalá con paciencia, hasta que la tormenta pase y sobrevenga la calma.
Poderosa es tu mano omnipotente para apartar de mí también esta tentación y mitigar su furor para que no sucumba totalmente, de la misma manera que lo has hecho muchas veces antes conmigo, Dios mío, misericordia mía (Sal. 58, 17). Y cuánto más difícil es para mí, tanto más fácil es para ti este cambio de la diestra del Altísimo (Sal. 76, 11).
No hay comentarios:
Publicar un comentario