3. Al recordar estas maravillas, cualquier alegría, aunque sea espiritual, se me vuelve en desagrado, porque, todo lo que veo y escucho del mundo, lo considero sin valor hasta que no llegue a contemplar abiertamente a mi Señor en su gloria.
Tu, Dios, eres testigo de que ninguna cosa puede consolarme, de que ninguna criatura puede darme descanso, sino, sólo tú, Dios mío, a quien deseo contemplar por toda la eternidad.
Pero esto no se puede alcanzar mientras yo viva en este cuerpo mortal, y por eso es necesario que me resigne a practicar una gran paciencia y a someterme a ti con todos mis deseos.
También tus santos, Señor, que ahora se regocijan en el reino de los cielos, cuando vivían en esta tierra, esperaron con gran fe y con mucha paciencia la venida de tu gloria. Lo que ellos creyeron, también yo lo creo; lo que ellos esperaron, también yo lo espero; adonde ellos llegaron, también confío, por tu misericordia, llegar yo un día.
Tu, Dios, eres testigo de que ninguna cosa puede consolarme, de que ninguna criatura puede darme descanso, sino, sólo tú, Dios mío, a quien deseo contemplar por toda la eternidad.
Pero esto no se puede alcanzar mientras yo viva en este cuerpo mortal, y por eso es necesario que me resigne a practicar una gran paciencia y a someterme a ti con todos mis deseos.
También tus santos, Señor, que ahora se regocijan en el reino de los cielos, cuando vivían en esta tierra, esperaron con gran fe y con mucha paciencia la venida de tu gloria. Lo que ellos creyeron, también yo lo creo; lo que ellos esperaron, también yo lo espero; adonde ellos llegaron, también confío, por tu misericordia, llegar yo un día.
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