jueves, 11 de diciembre de 2014

Diciembre 11

          3. Al recordar estas maravillas, cualquier alegría, aunque sea espiritual, se me vuelve en desagrado, porque, todo lo que veo y escucho del mundo, lo considero sin valor hasta que no llegue a contemplar abiertamente a mi Señor en su gloria.
          Tu, Dios, eres testigo de que ninguna cosa puede consolarme, de que ninguna criatura puede darme descanso, sino, sólo tú, Dios mío, a quien deseo contemplar por toda la eternidad.

          Pero esto no se puede alcanzar mientras yo viva en este cuerpo mortal, y por eso es necesario que me resigne a practicar una gran paciencia y a someterme a ti con todos mis deseos.
         También tus santos, Señor, que ahora se regocijan en el reino de los cielos, cuando vivían en esta tierra, esperaron con gran fe y con mucha paciencia la venida de tu gloria. Lo que ellos creyeron, también yo lo creo; lo que ellos esperaron, también yo lo espero; adonde ellos llegaron, también confío, por tu misericordia, llegar yo un día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario