martes, 23 de diciembre de 2014

Diciembre 23

          Por lo tanto, aquel que eleve su intención hacia Dios con un corazón sencillo y lo despoje del amor desordenado o de la aversión hacia cualquier cosa creada, se hallará muy bien dispuesto para recibir la divina gracia y se hará digno del don del fervor. Cuando un terreno se encuentra preparado, Dios siembra en él sus gracias.
       Cuanto más perfecta sea la renuncia a las cosas de la tiera y cuanto mayor el desprecio que uno profesa hacia su perdona, con más prontitud vendrá a él la gracia y su corazón libre será elevado a mayor altura.

       4. Entonces verá y se enchirá de emoción, se admirará y se dilatará su corazón (Is. 60, 5), porque con él está el poder de Dios (Ez. 3, 14; Lc. 1, 66), en cuyas manos se puso enteramente y por siempre.
       De esta manera será bendito el hombre (Sal. 127, 4) que busca a Dios con toda su alma y no ha recibido inútilmente de él su vida (Sal. 23, 4).
       El hombre, al recibir la sagrada Eucaristía, merece la gracia incompable de la unión divina, porque no mira lo que le puede ser dulce y le puede consolar sino que, por enc ima de toda dulzura y de todo consuelo, lo que más le importa es glorificar y honrar a Dios.
         

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