viernes, 12 de diciembre de 2014

Diciembre 12

          Entretanto caminaré alumbrado por la fe y animado por los ejemplos de los santos. También tendré siempre a mi alcance los libros santos como consuelo (1. Mac. 12, 9) y espejo de mi vida. Pero, por sobre todo, tendré tu sacrosanto cuerpo como único remedio y refugio.
       4. Reconozco que tengo extrema necesidad de dos cosas en este mundo, sin las cuales no podría soportar el peso de esta vida miserable. Encerrado en la cárcel de este cuerpo, declaro que me faltan alimento y luz.

         A mí, que soy tan débil, me diste como alimento de la mente y del cuerpo tu santo cuerpo y me entregaste, además, tu palabra (Sal. 118, 105)  para que fuera como lámpara que alumbra mis pasos.
         Sin los dos yo no podría vivir santamente, porque la palabra de Dios es luz del alma, y tu sacramento, pan de vida. Estas dos cosas se pueden comparar a las dos mesas (Ez. 40, 40), puestas a uno y otro lado del magnífico templo de la santa Iglesia.

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