jueves, 25 de diciembre de 2014

Diciembre 25

          Todas las cosas terrenales conviértelas para mí en amargura; todo lo que me sea pesado y de obstáculo, transfórmalo en una ocasión de paciencia; todo lo creado y pasajero cámbiamelo en objeto de desprecio y olvido.
          Eleva mi corazón hacia el cielo, hacia ti, y no dejes que me pierda vagando sobre esta tierra. Sé tú solo, desde este momento y para siempre, mi única dulzura, ya que sólo tú eres mi comida y mi bebida, mi amor y mi gozo, mi dulzura y mi sumo bien.

          3. Ojalá pudiera quemarme totalmente en tu presencia, consumirme y transformarme en ti; de suerte que sea un solo espíritu contigo por la gracia que produce esa unión íntima y por la efusión que causa el amor ardiente.
          No permitas que me separe de ti en ayunas y árido; usa conmigo misericordia como tantas veces demostraste de un modo tan portentoso con los santos.
          Siendo tú un fuego que siempre arde y nunca se extingue, un amor que purifica los corazones y alumbra las inteligencias, ¡qué maravilloso sería que al acercarme a ti me quemase enteramente en tu fuego y dejara de ser yo mismo para transformarme en ti!

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