lunes, 22 de diciembre de 2014

Diciembre 22

CAPÍTULO 15

LA GRACIA DE LA DEVOCIÓN 
SE OBTIENE CON LA HUMILDAD 
Y LA ABNEGACIÓN


Palabra del amado

          1. Es necesario que te esfuerces en buscar sin descanso la gracia de la devoción, pedirla insistentemente, esperarla con paciencia y confianza, recibirla con gratitud, conservarla con humildad, cooperar activamente con ella y remitirte a Dios en cuanto al tiempo y al modo con que se digne visitarte de lo alto.
          Debes humillarte en modo especial cuando interiormente experimentes poco o ningún fervor, pero sin desanimarte demasiado ni entristecerte excesivamente.
          Muchas veces Dios otorga en un momento lo que ha rehusado durante largo tiempo y, algunas veces, da al final de la oración lo que no quiso conceder al principio.
          2. Si siempre se nos concediera la gracia inmediatamente y se nos entregara con la misma formulación del deseo, el hombre, en su fragilidad, no la sabría aprovechar.
          Por eso la gracia de la devoción hay que esperarla con segura confianza y, al mismo tiempo, con humilde paciencia, y cuando no te sea concedida, o te sea quitada sin que tú lo puedas explicar, da la culpa a ti mismo y a tus pecados.

          A veces es una pequeña cosa la que impide la gracia y nos priva de la misma; si es que puede llamarse pequeña la causa que nos obstaculiza un bien tan elevado.
          Una vez que remuevas este obstáculo, pequeño o grande, y alcances a vencerlo totalmente, alcanzarás cuanto habías pedido.
          3. Tan pronto como te entregues a Dios con todo tu corazón y, sin buscar esto o aquello conforme a tu deseo o querer, y te pongas enteramente en sus manos, te encontrarás unido a él y sosegado, porque nada te agradará tanto ni te será tan dulce como el beneplácito de la divina voluntad.

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