sábado, 20 de diciembre de 2014

Diciembre 20

CAPÍTULO 14

EL ANHELO ARDIENTE 
DE ALGUNOS DEVOTOS POR 
RECIBIR EL CUERPO DE CRISTO.

Palabra de discípulo

          1. ¡Qué grande es la bondad, Señor, que reservas para los que te temen! (Sal. 30, 20).
          Cuando pienso, Señor, en las almas piadosas que se acercan a tu sacramento con grandísima devoción y con ferviente amor, siento una íntima confusión y me avergüenzo de mí mismo al considerar la tibieza y la frialdad con que voy a tu altar y a la mesa de la sagrada comunión.

          Me avergüenzo por tener el corazón tan árido y tan insensible, por no abrasarme en tu presencia, Dios mío; por no sentir esa vehemente atracción y ese amor que experimentaban muchos devotos que por el vivísimo deseo de comulgar y el elevado amor que los inflamaba no podían detener las lágrimas.
         Con la boca del corazón, juntamente con la del cuerpo, anhelaban íntimamente recibirte a ti, fuente viva, y no podían calmar o saciar su sed de otro modo que recibiendo tu cuerpo con plena alegría y espiritual avidez.

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