sábado, 27 de diciembre de 2014

Diciembre 27

          Te presento, además, y te ofrezco con sumo respeto e íntimo fervor, todo lo que un alma devota puede concebir y desear.
          No quiero reservar nada para mí; lo único que pretendo es inmolarme a mí mismo, con todo lo que tengo y soy, y lo hago con toda franqueza y con decidida voluntad.

         Señor, Dios mío, mi Creador y redentor, anhelo recibirte hoy con aquella amorosa veneración, con aquellos sentimientos de alabanza y de honor, con aquella gratitud, santidad y caridad, con aquella fe, esperanza y pureza de corazón, con que te deseó y te recibió tu santísima Madre , la gloriosa Virgen María, cuando, al ángel que le anunciaba el misterio de la Encarnación, respondió con devota humildad: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabara (Lc. 1, 38).

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