Como el
fuego prueba el temple del hierro (cfr. Eclo.
31, 26), así la tentación al justo. Con frecuencia no sabemos lo que podemos,
pero la tentación nos revela nuestras posibilidades.
De toda manera hay que vigilar,
sobre todo al principio de la tentación, porque es más fácil vencer al enemigo
si no se le permite ingresar en el alma y no se le deja franquear la puerta a
la cual había golpeado para entrar. De aquí
el dicho: Oponte a los
principios, de otra manera tarde llegará la medicina cuando el mal ha caminado demasiado
por la larga demora (Ovidio, Remedia
amoris,
II, 91).
En efecto, primero aparece en la mente un simple pensamiento, después una ardiente imaginación, en seguida la complacencia y, en fin, el mal estímulo y el consentimiento. Y así, poco a poco, el enemigo perverso nos posee totalmente porque no le hicimos frente desde el principio. Y tanto más se ha uno torpemente demorado en resistirle, tanto más, día a día, se ha debilitado, mientras que el enemigo se ha fortalecido.
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