Mientras llevemos este frágil cuerpo no podemos dejar de pecar ni vivir sin molestias y dolores. De buena gana aceptaríamos descansar de cualquier miseria nuestra, pero como por el pecado perdimos la inocencia, hemos perdido también la verdadera felicidad. Por eso es muy importante tener paciencia y esperar en la misericordia divina hasta que se acabe el infortunio (Sal. 56, 2) y la mortalidad sea absorbida por la vida (2 Cor. 5, 4).
6. ¡Cuán frágil es la naturaleza nuestra, siempre propensa al vicio! Hoy confiesas tus pecados y mañana vuelves a cometer lo mismo de que te acusaste. Ahora propones cuidarte y una hora después obras como si nada te hubieras propuesto.
6. ¡Cuán frágil es la naturaleza nuestra, siempre propensa al vicio! Hoy confiesas tus pecados y mañana vuelves a cometer lo mismo de que te acusaste. Ahora propones cuidarte y una hora después obras como si nada te hubieras propuesto.
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