martes, 11 de febrero de 2014

Febrero 11

5. ¡Qué grande fue el fervor de todos los religiosos al comienzo de su sagrada institución! ¡Cuánta devoción en la oración! ¡Qué celo por practicar la virtud! ¡Qué disciplina! ¡Cuánta sumisión y docilidad al superior había en todos! Las huellas que nos han dejado dan testimonio que, de veras, fueron varones santos y perfectos y que, mediante una lucha valiente, derrotaron al mundo.

Hoy, en vez, se le considera a uno bueno si no traiciona a su fe y si puede soportar con paciencia lo que aceptó voluntariamente.
6. Nuestra actual condición de tibieza y negligencia es tal que muy pronto decaemos del fervor inicial y, aburridos y cansados, nos molesta la vida.
Quiera Dios que no se vaya apagando totalmente en ti el adelanto en la virtud, ya que, muchas veces, has podido mirar los ejemplos de los santos.

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