viernes, 21 de febrero de 2014

Febrero 21

          Es mejor esconderse y cuidar el propio perfeccionamiento que hacer milagros y descuidarse. Para el religioso es loable salir pocas veces, no querer ver a todo el mundo y evitar que todo el mundo lo vea a él.
       7. ¿Por qué quieres ver lo que no te es lícito tener? El mundo pasa y con él sus deleites (1 Jn. 2, 17). Los deseos sensuales llevan a divagar; pero, pasado el momento, ¿qué te queda, sino remordimiento de conciencia y disipación del corazón? Una salida alegre produce con frecuencia un triste regreso y una velada entretenida una mañana aflijida. Todo deleite sensual se desliza blandamente, pero, al cabo, muerde y mata. ¿Qué puedes ver fuera del convento que desde adentro no lo puedas mirar? Aquí tienes el cielo, la tierra y todos los elementos de los cuales se hicieron todas las cosas.

       8. ¿Qué puedes ver en otro lugar que dure mucho tiempo bajo el sol? ¿Crees, tal vez, poder saciar tus deseos? Eso, jamás lo conseguirás. Aunque desees conocer todas las cosas de este mundo, ¿qué es esto sino un deseo fuera de la realidad?
        Levanta los ojos hacia arriba, a Dios, y pídele perdón por tus pecados y por tus negligencias. Deja las vanidades a los fatuos y atiende lo que Dios te ha mandado. Cierra la puerta tras de ti, llama a tu gran amigo Jesús, quédate con él en tu aposento y en ningún otro lugar encontrarás tanta paz.
        Si no salieras tantas veces ni escucharas tantas habladurías, ciertamente mantendrías una serenidad mayor. Pero como te gusta oir novedades, es necesario que, como corolario, aguantes las inquietudes del corazón.


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