Pelea como varón; una costumbre se
suprime con otra costumbre. Si no molestas a los hombres, ellos también te
dejará libre para que lleves a cabo tus asuntos.
3. No te entrometas en cosas ajenas
ni te ocupes en cuestiones de superiores. Ante todo, y de modo particular,
mírate y amonéstate a ti mismo, por encima de todo aquello que amas.
Si
no gozas del aprecio de los hombres, no te entristezcas; lo que sí te debe
pesar es el constatar que aún no llegaste a aquella virtud y a aquella santidad
tan necesaria a un siervo de Dios y a un buen religioso.
Con
frecuencia es más útil y seguro que el hombre no tenga en este mundo tantas
consolaciones, especialmente si son materiales. Pero si no tenemos las divinas,
o muy raras veces las experimentamos, nosotros somos los culpables, porque no
nos preocupamos de la compunción del corazón ni desechamos en su totalidad los
consuelos exteriores y pasajeros.
4.
Considérate indigno de la divina dulzura y sí merecedor de la adversidad.
Cuando un hombre tiene un perfecto arrepentimiento, todo lo que es mundano le
resulta molesto y amargo.
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