El verdadero y
mayor impedimento consiste en que somos esclavos de nuestras inclinaciones y de
nuestro deseos, ni nos esforzamos por entrar en la senda de la perfección, que
fue el camino de los santos. Más todavía: apenas encontramos una pequeña
contrariedad, en seguida nos desalentamos y buscamos satisfacciones terrenales.
4. Si nos cuidáramos en no abandonar
la batalla como hacen los hombres esforzados, seguramente veríamos bajar del
cielo la ayuda del Señor, porque él siempre está dispuesto a socorrer a los que
luchan confiando en su gracia, aunque a veces, nos presente ocasiones de
combate para que alcancemos la victoria.
Si el
progreso religioso lo hacemos consistir únicamente en observancias exteriores,
muy pronto se nos terminará la devoción. Ánimo, pues, pongamos el hacha a la
raíz para que, libres de pasiones, podamos pacíficamente adueñarnos de nuestras
almas.
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