CAPITULO 4
PRUDENCIA
EN LAS ACCIONES
1. No hay que prestar fe a todo lo
que oímos o a toda sugerencia. Al contrario: cada cosa debe ser examinada ante
Dios con prudencia y magnanimidad de alma.
Muy a menudo pensamos y hablamos mal
del prójimo, en vez de pensar y hablar bien. Así es nuestra miseria. Pero los
varones perfectos no creen a la ligera todo lo que se les dice porque conocen
la debilidad humana, propensa a la maledicencia y aficionada a la murmuración.
2. Gran sabiduría es no ser
precipitado en el obrar, ni tercamente agarrado a las propias impresiones. Gran
sabiduría es, además, no creer todo lo que cuenta la gente y, en seguida,
relatar a los demás cuanto hemos oído y creído.
Prefiere hacerte guiar por un hombre
mejor que tú y no caminar en pos de tu parecer. Antes de obrar toma consejo de
persona prudente y de recta conciencia. La vida virtuosa hace al hombre sabio
según el espíritu de Dios y experimentado en muchos asuntos. Cuánto más
intimamente humilde y obediente a Dios sea uno, tanto más será prudente y
medido en todos sus actos.
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