CAPÍTULO 22
LA MISERIA HUMANA
1. Dondequiera que fueres y dondequiera te volvieres, siempre serás un pobre hombre si no te conviertes a Dios. ¿Por qué te aflijes cuando no se te da lo que querías y deseabas? ¿Hay quién tenga todas las cosas según las codiciaba su voluntad? Nadie: ni yo, ni tú, ni hombre alguno sobre esta tierra. No hay persona, aunque sea rey o papa, sin tribulación o angustia. ¿Quién poseerá la parte mejor? Sin duda el que puede padecer algo por Dios.
2. Dicen muchos débiles y enfermos de espíritu: ¡Mira qué buena vida se da ese señor: qué rico es, qué grande, qué poderoso y qué encumbrado! Pero, si consideras cuidadosamente los bienes del cielo, comprenderás que todas las riquezas temporales no valen nada porque son muy inseguras y gravosas y nunca se poseen sin cuidado y sin temor. La felicidad del hombre no está en ser dueño de una gran abundancia de bienes; le basta una modesta cantidad.
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