CAPÍTULO 6
INCLINACIONES
DESORDENADAS
1. Todas las veces que un hombre
desea algo contrario a la voluntad de Dios, inmediatamente pierde la
tranquilidad de espíritu. El soberbio y el avaro nunca están tranquilos: por el
contrario, el pobre y el humilde de corazón gozan de la serenidad de la paz.
El hombre que interiormente no es
mortificado cae fácilmente en la tentación y es vencido por cosas pequeñas y
viles.
El débil de espíritu y aún inclinado
a los deseos carnales y a los sentidos, difícilmente puede abstenerse del todo
de los anhelos terrenales. Cuando se sustrae a ellos, con frencuencia se
entristece y si alguien le contradice se enoja con prontitud.
2. Cuando un hombre alcanza lo que
desea, inmediatamente le remuerde la conciencia porque ha secundado su pasión
que nada le ayuda en conseguir la paz que buscaba, ya que la verdadera
serenidad del corazón se consigue oponiéndose a las tentaciones, no
secundándolas.
Por eso,
la paz no se encuentra en el alma del hombre carnal, ni tampoco en la del
hombre entregado a las cosas exteriores, sino en el corazón del fervoroso y del
espiritual.
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